Salam Pax

hey!

por supuesto que fui uno de los que se enteró del blog de salam pax, les transcribo el artículo porque explica detalladamente de qué se trata el blog. Hay un dato interesante, que yo no sabía, salam es gay. Está en inglés, por las dudas, visítenlo.



Reapareció el joven iraquí que escribió su diario de guerra desde Bagdad por Internet


Mientras los principales diarios y canales de televisión del mundo invertían millones de dólares en la cobertura de la guerra, los comentarios cibernéticos de un joven iraquí, escritos desde una casa de dos pisos en un suburbio de Bagdad bajo el seudónimo Salam Pax, eran los que mejor describían lo que se estaba viviendo en Bagdad. Ahora está de regreso en la red.

Por Rory McCarthy.


En junio del año pasado, Salam (esta parte del nombre al menos es real) se acababa de recibir de arquitecto, a los 29 años, y vivía en una casa con sus padres y su hermano en Bagdad. Su mejor amigo era Raed, 25, un palestino-jordano que había conocido mientras estudiaba arquitectura y que ahora estaba cursando una maestría en Jordania. Le mandaba mails, pero Raed no los respondía asiduamente, así que Salam decidió publicar lo que iba pasando en un weblog, un sitio en Internet donde podía escribir sus comentarios cuando se le daba la gana, para su amigo los leyera. Bautizó a su weblog: “¿Dónde está Raed?”



No lo leía nadie más. “Los primeros dos meses le contaba “fulana se casó’, ‘tengo gripe’, estupideces”, dice Salam. “Nunca pensé que iba a generar tanta conmoción con todo esto”. Pero, de pronto, empezó a buscar otros “bloggers” que publicaran sus comentarios en Internet. Eran pocos los que escribían en inglés desde el mundo árabe y los que lo hacían tenían un tono extremadamente religioso. Eso bastó para que Salam se idenficara en el sitio web como un blogger iraquí. “Lo único que se veía era gente que habla de Dios y de Alá. No contaban nada sobre lo que verdaderamente estaba sucediendo en Irak”, dice Salam.



Luego empezó a escribir con más detalles, a contar con más profundidad las dificultades de la vida diaria en Irak bajo el régimen paranoico de Saddam Hussein. Salam no hubiera podido arriesgarse más si hubiera querido hacerlo. En el régimen de Saddam desaparecieron más de 200.000 personas, muchas de ellas por delitos menos graves que la crítica abierta del régimen que Salam expresaba en sus textos.



Como todos los iraquíes, Salam estaba familiarizado con los peligros. Al menos cuatro parientes suyos habían desaparecido. En el último año, sin ningún motivo aparente, uno de sus amigos fue ejecutado de un disparo en la cabeza y otros dos fueron arrestados: uno de ellos luego fue liberado y el otro nunca regresó.



Salam no sólo había criticado al régimen; también había escrito abiertamente sobre su homosexualidad. Era una confesión franca en el marco de una dictadura represiva pero también en el Irak de posguerra, que en el fondo sigue siendo una sociedad islámica conservadora, representa un riesgo importante. De modo que Salam sigue preservando su identidad. “No voy a ser el primero en enarbolar la bandera. Me oculto detrás de la pantalla de la computadora”, dice.



A pesar de los riesgos, Salam no podía dejar de escribir. Las descripciones que hacía desde el Hotel Pax, como llamaba a la casa familiar, eran simples pero honestas. Hablaba con la misma naturalidad sobre cómo había subido el precio de los tomates o sobre la llegada repentina de la temible milicia del partido Baath. Escribía desde la oficina del estudio de arquitectura que representaba en Bagdad o desde su cuarto en el Hotel Pax.



Los textos de Salam no reflejaban ningún sentimentalismo aunque la guerra se volviera inevitable. “Hoy ayudé a mi madre a empacar las cosas”, escribió en un texto el 16 de febrero, un mes antes de la invasión. “Todavía no decidimos si abandonar Bagdad o no en caso de que se produzca la guerra. Somos muy eficientes empacando, mi mamá y yo. Los peores son los que se ponen emotivos. Los que dicen ‘¿Te acordás cuando compramos esto?’ Nosotros lo hacemos a sangre fría. Lo hicimos varias veces: somos empacadores seriales”.



Salam tenía un humor a veces cínico que fluía fácilmente en toda su escritura. Sin embargo, a veces, su cinismo se topaba con las imágenes de muerte y guerra que veían en el televisor y que llegaban al Hotel Pax desde una antena satelital ilegal instalada en el techo. “En la BBC estamos mirando escenas de iraquíes que se rinden”, escribió el 21 de marzo, en la primera semana de combate. “Mi primo menor dijo: ‘Qué vergüenza’. Sí, es mejor que lo hagan, pero de todas maneras verlos con las banderas blancas te revuelve algo adentro”.



Su weblog, a esta altura, había pasado de ser un simple foro de discusión a convertirse en un informe minucioso impulsado por la necesidad de hacer frente al régimen y documentar su caída. Salam se ofende cuando más tarde le pregunto por qué se arriesgó quedándose en Bagdad durante la guerra en lugar de escapar al exterior. “Tenía que quedarme. Este es mi país, este es mi lugar. Yo tenía que ver qué iba a pasar”.



Sin embargo, en las semanas finales antes del conflicto, cada vez tenía más miedo de que los hombres de la temida agencia de inteligencia iraquí estuvieran detrás de él. “No sólo eran paranoicos, se estaban volviendo locos”, dice. “Pasé un par de días pensando ‘Este es el fin’. Pero como no pasaba nada dije ‘Muy bien, volvamos a escribir otra vez’. Riesgos estúpidos, uno tras otro”.


Los informes sobre sus textos empezaron a filtrarse en los diarios en Gran Bretaña y Estados Unidos. En un momento durante la guerra, mientras todavía podía acceder a Internet y enviar sus textos, los servicios de radio árabes de la BBC y Voice of America transmitían historias sobre él. Su padre oyó los informes y, por primera vez, supuso que se estaban refiriendo a su hijo. “Cuando oyó esto, estaba seguro de que algo malo sucedería”. A esa altura unas 200.000 personas leían regularmente las palabras de Salam y sus textos se volvieron el diario más visitado de Internet.



Después, de repente, a diez días de haber empezado la guerra, los iraquíes, cada vez más paranoicos, cortaron todos los accesos a Internet. Pero Salam, a pesar de que no podía publicar sus diarios, siguió escribiendo: “Después de ocho meses, se había vuelto un hábito”. A veces, cuando funcionaba el generador, usaba la computadora. La mayor parte del tiempo escribía en un anotador: allí describía los bombardeos en Bagdad y la histeria del ejército iraquí y los fedayines.



Hace dos semanas reunió sus textos y se los envío por e-mail a Diana Moon, una “blogger” de confianza de Nueva York, quien los publicó en el sitio. Salam es modesto cuando habla de lo que escribió, pero también lo enfurece que duden de su autenticidad. Como la mayoría, siente un poco de amargura frente a los saqueos y la anarquía que en las últimas seis semanas se adueñaron de Bagdad. “Los norteamericanos no controlan la situación. No hay manera de que se laven las manos”, dice. “Dos meses así es demasiado, tres meses es un desastre”.



La electricidad sigue siendo intermitente en el mejor de los casos y falta mucho para que se restablezca el gobierno. La mayoría de los ministerios fueron derribados y algunos todavía están humeantes. ¿Qué mensaje reciben los iraquíes frustrados al ver que las tropas norteamericanas sólo protegieron el Ministerio del Petróleo? “Ya hay algunos que se refieren a la era de Saddam como los buenos tiempos”, dice Salam.



El ex dictador y sus dos hijos todavía están prófugos. Las armas de destrucción masiva, la premisa frágil sobre la que se basó la guerra, todavía no aparecieron. Ahora algunos clérigos shiítas de línea dura aprovechan el vacío de poder y amenazan con prohibir el alcohol, el cine y la prostitución bajo pena de ejecución. El “blogger” de Bagdad tal vez todavía tenga que escribir los capítulos más importantes de su diario.



© The Guardian

Traducción de Claudia Martínez para Clarín




Comentarios

Lo más leído

ESTE ES UN BLOG GAY PERO, HARRY POTTER GAY?

MARDELGAY